Desde que nacemos, específicamente a las mujeres, nos entrenan, educan, instruyen a ser recatadas, prudentes, dóciles, amables, mantener nuestras opiniones en secreto, y estar siempre pendiente de los demás. En contraste, a los hombres se les ha educado por siglos a alzar su voz para opinar, a ser valientes y competitivos, a arriesgar, y sobre todo a enfocarse solo en sí mismos.
Por mucho que haya evolucionado la sociedad, desafortunadamente aún padecemos las secuelas de esa formación, sacrificando así nuestra capacidad de ser asertivas, y (peor aún) las oportunidades de priorizar nuestro bienestar y tener más conocimiento, mejoras en el ámbito profesional, dinero, etc.
Está científicamente comprobado (y si quieren leer mas del tema las invito a leer el libro Las mujeres no se atreven a pedir de Linda Babcock) que las mujeres solemos limitar nuestras preguntas y solicitudes, cualquiera sea el ámbito, por motivos como: evitar dañar una relación o poner a alguien en una situación difícil por pedir lo que necesitamos; el miedo a no agradar, a provocar a los otros, a ser inapropiada, a causar conflictos, o que la petición sea rechazada; y por la creencia de que hay asuntos que son para hombres y otros para mujeres (e.g. las finanzas); y porque normalmente asociamos lo que es para nosotras como innecesario, no prioritario, o de menor importancia en comparación con lo que necesitan los demás.
Por eso el llamado es a pedir, preguntar, con más frecuencia, para así ejercitar ese músculo y comenzar a re-ganar el terreno perdido hasta ahora. Por ejemplo, yo comencé a poner esto en práctica hace poco al cotizar servicios, simplemente solicitando un descuento aunque independientemente de recibirlo yo compraría el producto, y para mi sorpresa recibí el descuento sin cuestionamiento ni resistencia. Así que las invito a comenzar a pedir y preguntar con más frecuencia, sin miedo y sin limitaciones, utilizando alguna de estas prácticas:
Evita sacrificar lo que puedes ganar por no pedir o no preguntar o simplemente minimizando lo que realmente mereces, sean descuentos, plazos para pagar una deuda, oportunidades de préstamo, un nuevo empleo, más recursos, etc.
Si eres de las que necesita recibir reconocimiento por lo que haces, asegúrate de pedirlo y expresar específicamente como anticipas ser reconocida por tu trabajo (en el hogar, entre amigxs, en el trabajo…) Recuerda que las personas no pueden leer tu mente y cada quien tiene diferentes maneras de dar y recibir reconocimiento.
Minimiza el miedo al fracaso y al qué dirán considerando que las personas siempre tendrán una opinión, y puede ser tan buena o mala si pides lo que necesitas y mereces, como si te limitas y pierdes esas oportunidades.
Y para comenzar con cualquiera de las anteriores, escoge practicar el arte de preguntar y pedir en cualquier ocasión a partir de algo pequeño o no trascendental como las actividades cotidianas en tu hogar. Simplemente prueba a pedir lo que necesites, y recuerda que la práctica hace la perfección.
Romper estas barreras implica practicar la asertividad, y con respecto a ese tema las mujeres particularmente debemos pasar de ser promotoras de los demás a ser promotoras de nosotras mismas, sabiendo, creyendo y aceptando que realmente merecemos todo lo que pedimos.